22 de Julio | SUFRIR CON LUCIDEZ

MEDITACIÓN DEL DÍA:

Cuatro cosas principales: Silencio, paciencia, oración, esperanza. Pues el mérito está en sufrir uno, respecto a lo que ve, penas padecidas injustamente (1Pe 2, 19).
Propósitos del año 1859; en AEC p. 689
 

 

La huida del sufrimiento es instintiva; buscamos calmante a cualquier dolor. ¿Qué hacemos ante el sufrimiento injusto? A veces se ha buscado el  analgésico facilón: “Dios lo querrá”. Así podemos degradar la fe haciéndola opio del pueblo (K. Marx).
Hoy Claret nos proporciona una guía de comportamiento ante el sufrimiento injusto. ¿Nos servirá? Siendo Arzobispo en Santiago de Cuba, percibió mucho sufrimiento; y no se resignó: creó instituciones encaminadas a aliviarlo. En edad ya avanzada fue él mismo víctima de horribles persecuciones. Y enseñó a sufrirlas con:
Silencio. Ciertamente no hay que quedarse callados. No es admisible cruzarse de brazos ante el mal. Pero antes de actuar será bueno hacer silencio. Sólo así evitaremos la reacción errónea, vengativa, que agravarían la situación. El silencio ayuda  a contemplar la propia dignidad y también la del agresor, que la sigue teniendo. Jesús sólo dijo: “Si he hablado mal, muéstrame en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me golpeas?” (Jn 18,23).
Paciencia. Nada sucede de repente. Y no todo es fácil de afrontar. Necesitaré serenidad, lucidez, no perder la cabeza. Y actuar con sabiduría, con estilo…
Oración. Todo debe ser visto con los ojos de Dios y desde su plan global. Él no quiere el sufrimiento, pero sí desea que, cuando aparezca, redunde en nuestro bien. Orando veremos a Dios en los sufrientes, y actuaremos con el pensamiento puesto en Él.
Esperanza. Nos acecha la tentación de la amargura, la desesperación, el resentimiento,  o a veces el analgésico de la “mala” resignación o conformismo. La esperanza nos lleva a un actuar diferente, viendo –como S. Esteban-  “los cielos abiertos” y el triunfo final del bien
¿Qué experiencias tengo, propias o ajenas, de sufrimiento injusto? ¿Cómo reacciono ante él? ¿Me “pueden” tales situaciones o soy señor de ellas? ¿Qué necesito aprender? Dame, Señor, la gracia de “poner estilo” en defensa del inocente.

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