3 de Agosto | ENTREGA A MARÍA

MEDITACIÓN DEL DÍA:

Me entrego del todo por hijo y sacerdote de María. Ella será mi Madre, Maestra y Directora y para Ella será todo lo que haga y sufra en este ministerio, porque el fruto debe ser de la que ha plantado el árbol.
Propósitos de 1843, AEC p. 652
 

 

“Me entrego del todo…”. Entregarse es mucho más que entregar. Entregar es dar algo, alguna cosa; y está muy bien; pero eso es poco. Más bonito es donarse uno mismo, todo entero, desde la identidad más profunda. Desde la sede de los afectos, deseos, emociones, ideas, recuerdos y decisiones: cuerpo, alma y espíritu, diría Pablo (1Tes 5,23). La totalidad de la persona entra en juego y ya no se pertenece uno a sí mismo.
Toda la historia del mundo y del hombre es la historia del amor gratuito de un Dios entregado a la humanidad. Pablo lo dice de una manera gráfica: “Me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20). La entrega de Jesús en el momento supremo de la cruz tiene toda la densidad de una ofrenda amorosa; en ella se realiza de forma suprema la entrega del Hijo al Padre por nuestro amor. A través de esta entrega, Jesús toma sobre sí todo el dolor y el pecado pasado, presente y futuro del mundo, entra hasta el fondo en el mundo alejado de Dios, asumiendo el destierro de los pecadores en la ofrenda y reconciliación de la Pascua. El grito desde la Cruz, “Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” (Mc 15,34) es el signo del abismo de dolor y soledad que el Hijo quiso asumir para entrar en lo más profundo del sufrimiento del mundo y llevarlo a reconciliación.
Descubriendo vitalmente lo que Él ha hecho por nosotros, no podemos menos de entregarnos a Él. Oramos –o cantamos-  con las palabras de Charles de Foucauld:
“Padre, me pongo en tus manos/, haz de mí lo que quieras/, sea lo que sea, te doy las gracias/. Estoy dispuesto a todo/, lo acepto todo/, con tal que tu voluntad se cumpla en mí/, y en todas tus criaturas/. No deseo nada más, Padre/. Te confío mi alma/, y te la doy con todo el amor de que soy capaz/; porque te amo/, y necesito darme/, ponerme en tus manos sin medida/, con una infinita confianza/, porque Tú eres mi Padre”.

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