39. La vocación de Mateo

39. La vocación de Mateo

Es otro hecho de grandes consecuencias. Camina Jesús por la ciudad, se detiene ante la mesa de un publicano, un cobrador de impuestos, un pecador público según la gente, y le ordena:

-Leví, Mateo, sígueme.

Ni una palabra más de Jesús, y ni una tampoco de Mateo, que deja todo a la primera y sigue a Jesús de manera incondicional. Es rico y quiere despedirse de los suyos a lo grande.

 

Manda preparar un suculento banquete, invita a todos sus colegas de Cafarnaún con los discípulos de Jesús, y a comer y beber todos tan felices. Fariseos y escribas no aguantan semejante escándalo, pero no se dirigen directamente a Jesús, que está gozando más que nadie, sino a sus discípulos:

-¿Cómo es que su Maestro come y bebe con los pecadores?

Jesús llega a oírlo, y lanza unas palabras que las oímos, las pensamos y las repetimos continuamente, porque son de lo más rico de su evangelio:

-Yo quiero misericordia y no esos sacrificios de ustedes, tan vacíos de sentido. Saben ustedes muy bien que no necesitan de médico los sanos, sino los enfermos. Y sepan que yo no he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores.

¡Qué apóstol se ganó y nos ganó aquel día Jesús! ¡Hay que ver lo que Mateo ha significado en la Iglesia como evangelista! Ese su Evangelio, en sus raíces, es ciertamente de Mateo, y dicen de él que es el libro mejor sistematizado de la Biblia.

 

 

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