Un día fui a la mar vieja, que llaman, tras la Barceloneta, hallándome en la orilla del mar, se alborotó de repente, y una grande ola se me llevó, después de aquélla, otra. Me vi de improviso muy mar adentro, y me causaba admiración el ver que flotaba sobre las aguas sin saber nadar; y, después de haber invocado a María Santísima, me hallé en la orilla del mar, sin haber entrado en mi boca ni una gota de agua.