El amor de Dios y del prójimo produce un efecto muy semejante al del fuego. El fuego de la pólvora hace saltar por los aires cualquier objeto que lo comprima, impele hacia arriba las balas y las bombas; el fuego del vapor hace correr a toda velocidad los vagones de los trenes y empuja los buques que surcan la olas del mar; así, el fuego del Espíritu Santo hizo que los santos apóstoles recorrieran el universo entero.
L’egoismo vinto. Roma 1869, p. 60. Retrotraducido en EE p. 416-417