MEDITACIÓN DEL DÍA:
Las circunstancias que hacen surgir una amistad son muy variadas. La consistencia de esta amistad variará también de acuerdo a la profundidad de la relación que la ha hecho nacer. San Antonio Mª Claret nos narra, en este texto, cómo nació una amistad durante el viaje que, junto con un grupo de colaboradores, hizo de España a Cuba para quedarse como arzobispo de Santiago. Fue una amistad que luego perduró en el tiempo; y es normal, pues “todos se confesaron”, es decir, Claret, con su cercanía y afabilidad, logró que le abrieran sus corazones; así se creó una sintonía, una amistad que fue todo menos superficial o meramente formal.
La misión que tuvo lugar a bordo de aquella nave fue una respuesta a las inquietudes que llevaban en sus corazones quienes compartían el viaje; y a Claret le dio oportunidad para dar salida a su permanente inquietud evangelizadora. No había otros intereses ni otros objetivos. Por ello, tocó el corazón de las personas y pudo generar una relación que todos sintieron deseos de continuar. Las visitas que los marineros, durante los años sucesivos, hicieron al arzobispo de Cuba cuando realizaron nuevos viajes a la isla nos lo atestiguan.
El deseo de Claret de que sus compañeros de viaje encontraran alguna respuesta a sus preguntas e inquietudes le llevó a compartir con ellos lo mejor que él mismo tenía: su experiencia de fe, aquel tesoro que llenaba de armonía y serenidad su propia vida.
¿Por qué nos da reparo tantas veces abrir nuestro corazón y compartir con otros esa experiencia de fe que llena de sentido y esperanza nuestra propia vida? Si sabemos escuchar y compartir con sencillez y humildad, nacerán de allí amistades que perdurarán y que serán verdaderamente significativas para todos.