16 ORD A - EL CRECIMIENTO SILENCIOSO DEL REINO

16 ORD A - EL CRECIMIENTO SILENCIOSO DEL REINO

 


Domingo 23 de julio de 2017
16º Domingo Ordinario
Mateo 13,24-43: “Hablaré en parábolas, daré a conocer cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo”.

Queridas familias, nos llega un nuevo domingo. El Señor nos convoca por medio de su Palabra viva y eficaz para mostrarnos el camino que lleva a la salvación. No perdamos la oportunidad de celebrar juntos nuestra fe.

En el Evangelio de este domingo se nos propone un conjunto de parábolas acerca del crecimiento silencioso del Reino de Dios y la adversidad a la que se ve sometido por la fuerza del enemigo. Se tratan de las parábolas del trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura en el pan. El mismo escritor sagrado nos da la clave del porqué Jesús habla en este lenguaje metafórico, retomando las palabras del Salmo 77,2: “Hablaré en parábolas, daré a conocer cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo”. Jesús, nuestro Mesías y Maestro, es quien nos revela el sentido de la historia y el que nos muestra la voluntad de Dios sobre el futuro de la humanidad.

Parece curioso que Jesús represente el poderío y la soberanía del Reino de los cielos a partir de unos principios tan humildes y frágiles como son estas imágenes del mundo agrícola. Sin embargo, como buen pedagogo, Jesús propone su enseñanza con la firme seguridad de que su Padre actúa en la historia del mundo con la fuerza innegable de una semilla que crece en el campo, o la potencia de la levadura que hace crecer la masa. La obra de Dios está en constante crecimiento y progreso, nada la detiene, y está orientada a la vida en plenitud de sus hijos.

El Reino de Dios no se detiene aunque la situación del mundo sea difícilmente soportable. Las adversidades, la cizaña del campo, los enemigos están presentes por voluntad del dueño de casa. Toda separación y condena antes de tiempo es una intromisión en el plan del Señor que nos dice: “No juzguen y no serán juzgados” (7,1). En la cosecha final Dios hará brillar la grandeza de sus juicios y pondrá en claro las razones de su voluntad.

Sin embargo, no se trata de que nos ajustemos a una llana conformidad con los males del mundo. Dios nos pide la fe necesaria que transformemos con la fuerza de su Evangelio la pequeñez de la semilla de mostaza en un arbusto, la harina en pan sabroso y compartido, la cosecha final en abundancia de bien. ¿Sentimos este llamado a dedicarnos en nuestro ambiente con esta vitalidad divina, aunque lo hagamos con tentativas muy humildes, poco vistosas por nuestras debilidades y fragilidad? Con pequeños gestos podemos comunicar al mundo un mensaje de esperanza, y cambiar nuestro futuro incierto en la alegría innegable del Reino que se funda en el amor y la fraternidad universal. Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

 

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